Puedo masticar
puedo hablar,
escuchar cualquiera de mis voces interiores y seguirla.
En la plaza, el cuidador mira,
indolente:
un perro común
quiere subirse a una San Bernardo.
Ella también quisiera, pero él
no alcanza.
Eso jamás me pasaría
(respiro con alivio) —soy coker.
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