He pedido peras al olmo. Las saboreo. Son deliciosas (IG)

miércoles, mayo 31

El sentido del deber:
el padre.
Nunca estuve tan cansada.
El sentido del deber y la vuelta de saturno desbordando todo.
El sentido del deber ya no tiene el rostro de mi padre
mas
el recuerdo del rostro
que es por definición más brillante y más pesado que su cara.
El sentido del deber en todas partes: nunca estuve tan cansada.

El sentido del deber tocando el deseo, contaminándolo. Deber desear una vida mejor. ¿deber? El sentido del deber tocando el deseo, lo ensucia, una gota de tinta en un papel secante. No es que sea imborrable. La mancha es el papel, ahora.


En el sueño, una balsa, el mar. El mar y atrás un paredón.
Una explosión en el medio del mar. Hablo con alguien que después no está.
Le digo: parece que cae en picada pero se estabiliza.
Describo el movimiento de un avión en el aire. Uno de pasajeros: grandote.
Gira tirabuzón cae, pero cien metros arriba de la superficie
del agua
del mar
se endereza, queda paralelo a la superficie
del agua
del mar.
Cae y explota
sin fuego.
Hay un momento sordo,
como rayo-trueno
primero la imagen, después el ruido, pero
un momento más y pedazos de cosas caen también alrededor. Restos.
Mi balsa es pequeña. Atrás la pared no me deja salir, avanzo.
Remo con las manos, veo una mancha en el agua
naranja rosada, el torso de un hombre que viene desde el fondo
sin cabeza sin brazos solo el torso
hacia mí, lo evito y de pronto el agua es roja, el agua es cuerpos que salen a flotar, pedazos, no hay lugar a dónde ir. Retroceder no, porque hay pared, avanzar no, porque hay muertos y es imposible incluso nadar entre ellos. Ahogada despierto.
Abro los ojos, respiro.
No fue nada,
es solo dolor de cabeza,
mala alimentación. Vuelvo a cerrarlos y estoy en el agua
otra vez el torso sin brazos viniendo
saliendo a flotar
otra vez, hacia mí.