La juventud y el hambre, el apelmazarse de los cuerpos que no están desnudos ni gozan del contacto. Estación miserere y mal olor. El recuerdo de la arena troyana y la negra sangre de guerreros. Esa manera de ir hacia la muerte, de saberse parte de las fuerzas que intervienen, la divinidad y el hado.
No este negligente indiferente devenir de carne fláccida. Mendigar y seguir, mantra de oficina, la gloria en otra parte, en el pasado y la memoria de los siglos perdida entre la suciedad de los cajones de otra gente.
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