He pedido peras al olmo. Las saboreo. Son deliciosas (IG)

martes, octubre 4





Los dilemas morales no son mi fuerte, se sabe.
Tengo un gato naranja que aúlla de noche su celo hambriento y encerrado y me dicen
—por compasión, por piedad hay que cortarle las pelotas.
Si no puede salir, sufre. No puede salir. ¿Si se las corto, no?

Una pareja en la playa, ella toma sol boca abajo. Él sale del agua, le apoya un pie en la espalda, la moja. Ella dice: "ok, vos me mojaste, por eso yo ahora te saco un cigarrillo", es entonces cuando él nota que las mujeres tienen un sistema de causalidades que siempre le será ajeno. No lo leí pero sé que está en un libro.

Tuve un gato gris petróleo que la quedó debajo de la rueda de auto gris petróleo. Brillaba y dormía la siesta conmigo, y aunque no sé si lo llevé a castrar antes o después del aborto me acuerdo que tuve la misma sensación. Algo irremediable y necesario, triste pero cierto y sobre todo irreversible.

Después vi en mi cuadra otro gato gris, idéntico y supe que el mío había podido engendrar justo a tiempo, justo antes. Soñé que tenía gatos grises iguales y varias veces soñé que yo misma los paría, como sueño a veces gatos naranjas pero que ahora llegan desde el patio de mi casa y no desde el fondo de mi cuerpo.

Cortarle una parte y decirle "es lo mejor para vos, es lo mejor para todos", creerlo de veras para que no me duela como si fuera yo. Eso es ser un adulto. Nunca me llevé bien con lo que los otros esperaban de mí.