He pedido peras al olmo. Las saboreo. Son deliciosas (IG)

miércoles, junio 29



—Ma, me dijiste que nunca más me ibas a olvidar en un cumpleaños.
—No me olvidé, sólo llegué última.

(3 horas después)

—Tenés que irte a dormir
—No, quiero que juegues conmigo
—Pero no es hora de jugar, es hora de dormir
—Quiero llamar a mi papá
—Bueno, llamalo y nos vamos a dormir
(se deduce que atiende el contestador automático)
—Hola Leo (sic), soy Félix, te quería decir que estoy bien y que hoy me pusieron una nota en el cuaderno de comunicaciones por jugar en el patio incorrecto y por molestar a un chico que estaba en penitencia. Bueno, chau, llamame.
—Felito, decime una cosita ¿vos hacés todo el quilombo que hacés en la escuela para que tu papá te preste atención?
—Uf, me descubrieron...

(Una vez en la cama, luego del cuento de rigor)

—Hoy no fue un día bueno, no tuviste buena onda conmigo
—Debe ser porque estuviste tratando de que te preste atención, de la peor manera, haciéndome enojar y gritando hasta quemarme los nervios
—Es que vos no me prestás atención
—Sí te presto. Atención no significa hacer todo lo que vos querés todo el tiempo. Jugamos a deletrear y al quién es quién, y después, cuando vino Lu, te pedí que me dejaras hacer mis cosas un ratito.
—Ma, yo necesito más atención
—A ver, qué tal si pensás qué tipo de demostraciones necesitarías de mi atención
—Yo no quiero demostraciones, quiero atención.

Después mamá sugirió amablemente que si un niño necesita atención de sus progenitores debería reclamársela con el mismo énfasis a ambos y dado que papá se retrasó tres horas (y no diez minutos como mamá) la última vez que tuvo que ir a buscarlo, sería bueno que le hiciera llegar su disconformidad también a él. Que mamá hace todo lo que puede y lo quiere más que a nadie en el mundo.


El que me quiera convencer de volver a procrearme tiene una ardua tarea por delante.