He pedido peras al olmo. Las saboreo. Son deliciosas (IG)

lunes, junio 27

Amapolas
(2001 y todavía tan vigente)



Trabajo en una oficina llena de mujeres oficinistas, cuyas voces suenan a la mañana como lamento de puta acongojada en el baño de un bar, por haber bebido más o menos de la cuenta. Todas tienen motivos para quejarse. También yo, si vamos al caso, pero yo no voy al caso. Prefiero quedarme en mi casa. Salir a correr y gritar en la calle a la noche, todo adentro mío, sin necesidad alguna de que espectadores o no compartan el juicio correr gritar saborear distinguir amar o no.

Venir con pollera corta implica necesariamente que te miren el orto hasta sentir que vas a quedar embarazada. Hay días que no me importa. Quiero sentir la bestial fuerza del sexo de mi cuerpo. Ayer en la cama saber por un momento que no quiero a él en mi vida
-¿Qué pensás?
Miento en la respuesta y pienso en Henri Miller con una mujer desnuda en su cama que pregunta qué pensás, pienso en cuál hubiese sido su mentira al estar pensando exactamente en ese momento en otro cuerpo que no es el que lo cubre. Por mi parte, apago la luz y me apareo suave.

Después de dormir interminable profundo me levanto lento, me pongo mi pollera corta y mi remera corta para sentir la bestial BLA BLA... Me gustan las manos la piel y más que todo el olor a hombre guapo y hambriento. Aliento nuevo y sólo belleza inmediata. Perfumes y besos en la comisura como no queriendo ni pudiendo resistir. Todo muy cierto y verdadero en la medida que reconozco mi propio y pronto aburrimiento. No de buscar, más bien de no encontrar alguno a quien no quisiera teletransportar hasta alaska, diez segundos después de la bestial furia y el bidet.

Ahora: mejor pensar en otra cosa o correr el riesgo de terminar encamada con alguno de mis papanatas compañeros de oficina, en algún hotel del centro a la hora de almuerzo. Considerando que hoy no tengo dinero para la comida, no es del todo mala idea. Un polvo por una comida. No. No tengo tanta hambre.

Hambre sí de cielo estrellas río y voces inesperadas en los teléfonos. Hambre de construcciones inusuales, de muchos in out viejo bajo mesada, piso rosado casa vieja, mirar drogada buscando respuesta y el color no habla. Gritos y una falta de concentración tremenda espesa masa de pan. Tengo hambre. Veo un sembradío de mediaslunas como el delirio fantástico de los campos de amapolas.

Esta esta oficina es un campo de amapolas. Si te duermes aquí, o estás muerto o alguien te salva a la rastra. Es un campo de concentración: Está demostrado que solo saldrán vivos aquellos que tengan verdaderas razones y esperanzas fuera. Es un campo de alojamiento voluntario para madres solteras: llegan aquí sólo quienes no tienen un lugar mejor a donde ir.