He pedido peras al olmo. Las saboreo. Son deliciosas (IG)

jueves, mayo 5

Me hablaron de un peluquero al que no hay que explicarle cómo queremos que nos quede el pelo sino sencillamente decirle Cuál es el problema (demasiados rulos, pelo indomable, etc)

Muy pronto voy a ir a verlo y ya estoy preparando mi explicación. Sería algo así.

A la edad de 20 años consideré súbitamente que la vanidad era el origen de todos mis males y procedí (con pretendido apego al Zen y la milanesa de soja) a despojarme de mi cabello casi en su totalidad. Lo hice con mis propias manos, dando origen así al a partir de entonces denominado estilo Moyano, anche estilo Borda porque bastante seguido me confundían con nene.

Por supuesto que la cuestión de la vanidad no se solucionó con el corte de pelo, aunque surgieron nuevos y hasta entonces desconocidas dificultades. Hebillas, cremas inútiles, geles inmovilizadores y adminículos de toda clase no fueron suficientes para corregir lo incorregible.

Pues bien, han pasado 7 años desde entonces y en vista de que el siete es un número mágico y que los ciclos tienden a cerrarse, sucede que encuentro el primer pelito blanco entre el negro habitual de mis cabellos y ¡ay! me pregunto muy seriamente cuánto tardarán en expandirse.

Entonces digo: soportaré la fase mafalda-navarro montolla en que el crecimiento de la melenita de atrás no es algo grato, para llegar a la gloria del viejo y querido pelo largo, antes de que las nieves del tiempo plateen mi sien.

Después de todo, no sólo he descubierto que la vanidad no es tan mala, sino que no voy a poder ejercerla por tiempo indeterminado.