He pedido peras al olmo. Las saboreo. Son deliciosas (IG)

viernes, abril 15

¿vieron que ese tal filósofo Zizek se casó con una chica que trabajaba en la biblioteca nacional?

Pues bien, aunque parezca que lo que relato a continuación no tiene nada que ver con eso, tengan paciencia.

Hace tiempo yo tenía una amiga, llamémosla M, a quien solía frecuentar (ella diría que no somos más amigas, yo diría que ya no nos frecuentamos). El caso es que hace unos años la invitaron a una cena de ex compañeros de la primaria y aunque perjuró sobre el bien de su alma que no iría, la curiosidad y el morbo pudieron más que sus valores y terminó asistiendo.

Llegado cierto punto en la cena cada uno se presenta y cuenta qué hace. Cuando le toca el turno a Analía, una chica con unos encantadores bucles rubios y clara devoción por la peluquería, el gimnasio y el maquillaje (la archi enemiga de mi amiga M), declara que ha escrito una novela y que concurre al taller del afamado escritor C.

A mi amiga M se le abren los ojos como dos platos. Ella concurre al taller del afamado escritor C y podría dar fe delante de todos de que Analía miente. Sin embargo prefiere el silencio y cuando le toca el turno de presentarse dice sencillamente: estudio Historia.

Unos meses después, Analía invita al afamado escritor C, a dar una charla a la biblioteca nacional. A la charla asistimos junto con mi amiga M y una vez terminada la exposición, el afamado escritor C le dice a Analía "Así que la conocés a M, qué bueno, ella viene a mi taller hace cuatro años". A Analía, su preciosa boquita de pato se le queda congelada en una sonrisa que pretende ser cordial pero no puede, de ninguna manera, esconder su incomodidad por el ridículo que claramente está haciendo.

Si a esta altura del relato, usted lector, sigue atento y comenzó a sacar cuentas, llegará de inmediato a deducir que nuestra bella mentirosa es, ¡Sí! la joven empleada de la biblioteca que se casó con el filósofo esloveno.

¡El mismo al que se le ha suspendido por completo la producción de ideas!

Si alguien se preguntaba por qué a este hombre se le va achicharrando la materia gris, me animo a sugerir que puede tratarse de una de las consecuencias del uso desmedido del secador de pelo de su mujer.