He pedido peras al olmo. Las saboreo. Son deliciosas (IG)

sábado, abril 23


En una mesa de tres mujeres, si una está embarazada y la otra se descompuso ayer, a la tercera no le queda más que tomarse toda la botella de vino que pidieron.

Después de comer a la plaza y de la plaza a tomar un café. Llegar al bar, hacer un pequeño inventario de las pertenencias personales antes de tomar asiento. Un hijo, la campera del hijo, la campera propia y ¡horror! NO ESTÁ LA MOCHILA que contiene efectos personales de un tenor como: cuaderno y fotocopias infotocopiables.

Vuelvo del bar corriendo a la plaza, antes de cruzar la calle entre los autos que pasan y no piensan ni ven, preguntarme qué quiero más, mi vida o mi cuaderno y no encontrar una respuesta antes de que cambie el semáforo. En el banco donde la dejé colgada no está. Hago un paso para respirar hondo y ponerme a llorar como se debe cuando la veo en el suelo. Beso la mochila y el cuaderno. Los abrazo como creo que no hice con mi hijo hoy.

En el bar, el café no puede con la embriaguez del vino ni del reencuentro, me dicen tenés los dientes violetas y yo deduzco que el aliento a dragón debe estar compuesto en partes iguales por cebolla de ensalada mixta y vino tinto.

En otra mesa veo una pareja cuando voy al baño. Él hizo comentarios galantes a mi mail hace tiempo, que nunca respondí. No es que no valiera la pena, es que los pronunció en momento equivocado y eso ya merece capítulo aparte.

Él me saluda, la chica que está con él dice yo te conozco, fuimos juntas a la primaria, me compré un libro tuyo. Merde, y yo en vez de poder presumir me la encuentro cuando tengo un pedo para cuatro y no podría recordar su nombre aunque quisiera.

En casa mi niño se saca la ropa solo para dormir, yo me despierto vestida a las seis de la mañana soñando, literalmente, que tomo un vaso de agua.

Desayuno: migral con soda y jugo de limón. Ojalá me siga queriendo hoy.