Desde el retrato, Olimpia me mira,
conturbada y excesiva
milagroso prodigio del escándalo
ofrecida con un cordón al cuello
reina de toda reinitud en sus cuatro paredes
espía y hada fugitiva del sentir
esclava solamente de un capricho.
Huele siempre como el perfume de sus flores
puede desnudarse sin pensar en nada
y ama a los animales como a sí misma.
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